POESIA
Qué miedo me da
Qué miedo me da
llegar
hasta tu encuentro,
qué miedo me ha dado.
Qué miedo me da
cruzarme
en tu camino lento,
y jugar en tu barrio.
Y
querer
ir deprisa
cuando se ha de ir despacio.
Qué miedo
el conocerte
y el que me sepas malo.
Se rompe el misterio,
la ilusión,
la idea, el salmo...
...Hay que ser valientes
para conquistar
tu almario.
Hay que ser dos héroes
para sabernos
santos.
Desafiando
el tiempo, la vida
y mis pasos,
hay que salir a la calle
y emborracharnos;
hay que disolver los secretos
y mostrarnos;
hay que sabernos ciertos
y salvarnos;
hay que quebrar el silencio
desafiando el tiempo,
desafiando.
Pero...
¡qué miedo me da!
conocer
tu cara,
y tu nombre,
y tus manos;
qué miedo me ha dado...
Qué miedo me da
que no seas hoja
en mi calendario,
que no vengas a verme
a mi cuarto,
o precisamente
que vengas
y se rompa
el encanto,
igual que un cristal
en mil pedazos.
Cuando la tarde cae
Cuando la tarde cae,
me llega tu murmullo.
Se rompe la rutina
en mil distintos susurros.
Has puesto tu pie en mi bosque,
y se callan los arbustos.
Renueva su piel el niño:
no llueve en su mirar, lo juro.
Yo no sabía de tu amor,
yo siempre estaba desnudo.
Has puesto tu mano en la mía
y ya no siento al mundo.
Cuando la tarde cae
y vence el sueño profundo,
tú reinas en mi casa
y haces presente lo tuyo,
borrando para siempre
este mi pasado turbio.
Oración
Monacalmente, Mónica,
amontono amoroso
tus mórbidas moradas
donde morosamente muero
por tu mirada.
El maná de tus manos amas,
el manantial de tus maneras
que dulcemente manifiestan
un manso manojo
de madres madrugadas
en madrinas madrigueras
donde amablemente amas,
el maná de tus manos amas
a mí me manda
y a mí me llama.
La marea
de tu mar
me maravilla
y me marca.
Yo marcho marino
por tu mar amor,
mi ama,
para que amamantes
mis amaneceres
y amanilles
mi amistad malva,
ampliamente
amparando
mis manos mansas
dulceamargas
mis manos mansas
dulceamadas.
Amorosamente
amén
amén
mañana.
Cuando en el aire se aspira
A Dios
Cuando en el aire se aspira
todo tu perfume mágico,
mi pluma quizá no escribe
mi palabra, ni mi halo.
Tú eres quizá quien escribe
aquellas hojas en blanco.
...¿Eres tú la que caminas
por mis grafismos despacio?
¿O soy yo el que se esconde
de tus metáforas debajo?…
......................................
Cuando tú renuncias a todas tus prendas
y a tus vestidos más caros,
y yo con dolor renuncio a mi tinta,
a mi sangre, a mi voz y a mi canto
(eso que tú tanto estimas
aunque te duela tanto),
¿ somos dos los que en el mar
nos fundimos en abrazo,
o somos uno si los hombres
nos miran como espectáculo?
Dios sonríe a mis preguntas:
sólo resta el amor calmo.
Referencias
. Poemario: El Libro de Mónica (1988)