(10 de marzo 2010)
. Himno a Venus. La canción
A Juan, literalmente, le llovió del cielo. La posibilidad de colaborar en el libro/disco Trovadores de silencios, me refiero. Músico, cantante y escritor, él no se considera cantautor sin embargo, aunque parezca una paradoja. Aquí jugaba con la ventaja de que la letra de la canción le venía también “llovida”. Y nada menos que de los cielos de Jaime Siles, poeta excelso, crítico de teatro incansable.
Juan aceptó el encargo con ilusión. Su primera idea (como viejo actor que es) fue crear una música adecuada y recitar por encima de ella. Muy poco después, se dio cuenta repentinamente de que tenía que cantar antes que nada. De entre diez o quince poemas de Jaime Siles tuvo la oportunidad de elegir no quizá el mejor pero sí el que más convenía a su forma de hacer música.
Trabaja mentalmente con sus piezas durante varios años. Es habitual que Juan le dé vueltas a unas notas de forma compulsiva y obsesiva durante muchos ciclos de tiempo. Y va construyendo variantes. Y a veces no recuerda el estado primitivo de su propia melodía, los orígenes de donde partió. Fue en septiembre 2009 cuando recibió el grato encargo de musicar a Jaime Siles. Y justo en aquel momento mascaba y rumiaba una de sus antiguas melodías. Así que adaptó sus frases melódicas al soneto de Siles. Y a partir de ahí comenzó a transformarlo todo. Y a hacer también una labor de “corta-pega” con sus variaciones.
Como siempre, acudió a sus maquetas, a su multipista, a un piano armónico, y a cantar de forma bastante precisa lo que debían hacer los distintos instrumentos. (En esta página web podemos escuchar su curioso boceto). Intentó esta vez que el componente melódico primara sobre todo lo demás, sin adornos superfluos. Una producción sencilla, un sonido desnudo, una estructura compartimentada: voz-piano + franjas instrumentales sin piano y con bajo. Y los solos impresionantes del clarinete y el saxo de Costanzo, la española de Tomás y otros solos de los que luego hablaremos … que demuestran que Juan piensa más como compositor que como cantante (siendo un cantante extraordinario).
“Traté sin embargo de hacer una canción sencilla, muy sencilla incluso. Y, sobre todo, puesta al servicio de una letra. Estructuralmente es así, evidentemente. Sigo paso a paso la propuesta de Siles. Y también, la mayor parte de las veces, las imágenes un poco decadentes que utiliza el poeta, aunque sea por contraste. Me permito además hacer cesuras y puntos y aparte, aprovechando la asimetría del género soneto, y me convierto en acróbata cuando me falta texto”…
Los encargados de la armonía (Adán Latonda al piano y el invitado Albert Anguela, al bajo eléctrico) sin duda se dieron cuenta de inmediato de que Juan seguía una armonización clásica, en concreto heredada de ese “colchón” del Barroco que es el Canon de Pachelbel. Daniel García, su estupendo violinista, se encargó de transcribir las ideas de Juan a partitura, dotándolas de temporalidad y respiración, de los compases precisos. Donato Goyeneche se vino desde Donosti a grabar el cajón flamenco. Y Jordi Pinyol, realmente implicado en el proyecto, hizo compatibles con sus cuerdas metálicas las intuiciones que Juan insinuaba con su voz. Resultado: ese solo conmovedor que se cierra en un fundido, sugiriéndonos que el tema no acabará nunca. Solo, por cierto, grabado con un fondo del monasterio de San Lorenzo de El Escorial absolutamente nevado.
Por el camino Juan encontró algún que otro calvario, lo que él llama “la burocratización de la música”: las frías matemáticas, por un lado, y el sonido estándar, por otro.
No importa. Esquivando los dos molinos de viento, acabó triunfando con un “sonido Juan d’Ors” perfectamente identificable, desnudo y preciso. No hace falta más. Joaquín Rebollo, técnico de los Estudios AAA, le ayudó a conseguir la calidez deseada.
Es ésta una canción que resume un poco la música misma y que dura 6 gloriosos minutos pero que bien podría haber durado 60, porque tiene desarrollo y concepto para ello. Una canción que parte de la música clásica pero transita familiarmente por la canción popular, el jazz, el cabaret, el pop-rock y el gospel (la voz de Juan pasa del “caramelo” al “castigo”). Los mitos de siempre de Juan (Waits, Llach, Veloso) están de alguna forma aquí presentes. Pero también hay sombras inesperadas (Elvis Costello, Albert Pla …). Y guitarristas soberbios como George Harrison o Carlos Santana podrían haber tocado el famoso final.
Del lirismo al pop; de lo bucólico-pastoril hacia lo cortesano; del humor hasta la emoción (y entre la melancolía y el arrebato), Juan juega con nuestra sensibilidad. Después de la audición, no podemos por menos que soltar el aire ante el “subidón” que nos provoca pasar del silbido desabrigado y ensimismado con que se inicia la canción al crescendo con el que termina. Si hay que buscarle etiqueta a la pieza, yo pondría, sí, dos: pop elegante y canción única.
L. Lacasa
Notas:
. Próximamente, videoclip en www.myspace.com/juandors
. Carátula e info de TROVADORES DE SILENCIOS en >Discografía
. El libro/disco con la canción HIMNO A VENUS, de Juan d’Ors, a la venta ya. Ref. Trovadores de silencios (Calambur).