(14 de marzo 2010)
. Himno a Venus. El videoclip
(Crónica desde la distancia)
Redacto este texto con Juan a mi lado. Él quiere ser, aunque se enfade viéndome escribirlo, mi ángel tutelar (le separan de mí los años suficientes y el talento como para serlo). Y también quiere que yo sea, de alguna forma y al mismo tiempo, su alter ego, su promotor de prensa y su divulgador virtual (algo así como lo que fue –salvando todas las distancias de tiempo, espacio y maneras- Tony Barrow para sus amados Beatles). Roles que él sabe que he aceptado y seguiré aceptando con gusto, dada la admiración y la amistad que me unen a él.
Esta cercanía geográfica y metodológica espero que compense la lejanía obligada a la que Juan me ha condenado ante todo lo que conllevaba la materialización del proyecto de videoclip basado en su canción Himno a Venus. En efecto, desde el primer momento decidió que ni yo ni ningún miembro de su staff participara de cerca o de lejos en las conversaciones preliminares, en los preparativos del vídeo o en su rodaje posterior. Todo debía ceñirse al máximo a un ámbito profesional y desarrollarse en medio de un cierto secretismo. Así pues, apresuro estas líneas sin haber vivido ninguna de las secuencias de esta gran aventura, pero teniendo ahora al cantante a mi lado para que vaya comentándome con la pasión que le caracteriza los entresijos de la empresa, describiendo y reviviendo lo que yo sólo intuyo e imagino.
De entre los doce compositores que fueron elegidos para musicar a los doce poetas incluidos en la antología poética y sonora “Trovadores de silencios” sólo Juan que nos conste decidió que debía intentar una prolongación visual de su canción. Y creo ser muy consciente al utilizar la palabra “prolongación”, puesto que el vídeo no es una mera ilustración del bello poema de Siles. Ni siquiera sirve estrictamente a las atmósferas de la canción de Juan. A cada lenguaje su especificidad.
El cantante conoce desde niño ese lenguaje cinematográfico, que ama en su misterio y que tanto tiene que ver con el del cómic, arte sobre el que ha escrito. Y le divierte la gramática de ese subgénero (dicho sin ningún desprecio) que es el videoclip.
La emoción (y el vértigo) del rodaje hoy ha terminado. No así el montaje, que es, como diría Kipling, otra historia. Esperemos que esta labor de relojería que es la edición y postproducción no desmienta las enormes expectativas e ilusiones que han despertado en Juan los tres días de grabación. Para compensar el hecho de no poder gozar aún de un producto terminado, ofrecemos al internauta una cuidada selección de imágenes del rodaje obtenidas por su fotógrafo habitual, Ignacio Cerezo. E intercalamos entre las imágenes algunos detalles del guión técnico escrito por Javier Cano a partir del guión literario de Juan d’Ors, esperando que todo ello no reste magia ni suspense mitológico al acontecimiento del estreno del audiovisual.
El guión previo, por lo que he podido ver y como ya he dicho, no se ciñe ni a las variadísimas imágenes del poema que sirve de base ni a las atmósferas líricas de la música de Juan. “He escrito una historia que al mismo tiempo tiene elementos de fantasmagoría y de cotidianidad absoluta. Estos elementos contrapuestos suelen coexistir pacíficamente en los videoclips. En lugar de seguir los versos de Siles como hice en la canción, he tratado de imaginar de forma soñadora y romántica un prototipo de mujer que al mismo tiempo sea todas las mujeres del mundo: una niña, una vampiresa, la propia humanidad de la actriz, una figura del cine mudo (cosa muy elocuente en un cine musical como éste), una musa inspiradora, etc. Esa mujer tiene relación directa o indirecta con cada uno de los músicos que aparecemos en el vídeo. Es el hilo conductor de la historia. Coquetea con todos pero acaba marchándose conmigo. Hay que arreglar, claro está, con la ficción la malvada realidad”.
En sí misma, ella representa el amor (palabra que aparece en todos los versos de Siles salvo en el último, donde el poeta por fin ha personificado). Ella es el amor, o “la imagen” que tenemos de él…
Juan aprovecha su guión para construir a través de la silueta de cada uno de sus músicos una entidad propia e independiente de ellos. “Es lo mismo que en los conciertos: yo soy yo y mi música; pero ellos funcionan al tiempo como banda y como solistas. Son estupendos”. Aunque el clip acaba de forma chapliniana, por en medio ha habido muchas imágenes, algunas de ellas muy Truffaut, otras muy Buñuel, muy “subconsciente erótico”, como un terciopelo rojo, que es un poco Marilyn pero también un poco sangre… Cabe todo en el mito del eterno femenino, que es también el del eterno retorno.
Por las fotos del rodaje puedo ver que Juan ha imaginado un vídeo sincero. Parece (igual que la canción) una obra elegante, llena de buen gusto. Se ofrece de Juan una idea certera, ataviado con un híbrido de gabardina-abrigo que disimula su aire desgarbado y que le sitúa fuera del tiempo, como un ser solitario, un poco distanciado de los demás personajes y muy lejano de ese Madrid urbano y lleno de ordenadores que aparece en el vídeo. Las decadentes visiones de Siles parecen tener eco en el metro, en los andenes, en el saxo de Costanzo o la guitarra eléctrica de Jordi, en el ‘pick-up’ moviéndose en la noche (¡qué infierno debió de ser rodar esas escenas!), en la oscuridad de algunos fotogramas… Pero habrá que ver el videoclip terminado.
Pese a que Juan no me cuenta tanto como yo quisiera, puedo imaginar algunas cosas. Le estoy viendo luchar contra su entorno, que le decía que hacer un videoclip era una locura innecesaria, y una ruina económica para él, sin apoyo de discográfica alguna y desvinculado como estaba el clip del proyecto del libro/disco… Le estoy viendo también escribir con amor dos o tres versiones de guión, intentando construir imágenes exactas y precisas, estrofa a estrofa, verso a verso, y casi nota a nota, siguiendo de forma escrupulosa su propia estructura musical y sin “literaturizar” los resultados. Le estoy viendo escribirle continuos mensajes de móvil a la jefe de producción, sorteando problemas graves como la sustitución a última hora de Paloma Mozo por Ana Santos, una actriz maravillosa según me dice Juan; o utilizar dobles para uno de sus músicos, ausente en unas de sus sesiones, y otros problemas que Juan prefiere no contarme…
Le estoy viendo controlar de forma férrea y casi patriarcal todos los procesos del rodaje (como le veré hacerlo en los de la postproducción), todas las conversaciones, a todos los técnicos (abusando quizá de su “resistencia”), pendiente de todos los detalles (siendo al tiempo empresario, productor y actor), mirando los monitores de las cámaras, tratando de ser disciplinado como actor, preguntando, consultando sus papeles, riendo y llorando, sufriendo e inmensamente feliz, discutiendo con todos y al rato pidiendo disculpas y abrazando tiernamente al equipo.
“¿El equipo?”, dice Juan. “Javier Cano, el director, es un ser humano extraordinario. Tiene gran capacidad para contemporizar y escuchar, una gran sensibilidad. Sabe improvisar y para él nada es trágico ni imposible, quizá porque es consciente de las realidades mucho más que yo. Sin haber visto prácticamente más que algunos segundos de planos-secuencia de sus obras anteriores, le contraté en cuanto me enteré de que había rodado un documental sobre el mundo del circo y su entorno social. El lado femenino que todos los hombres tenemos en él es muy tierno. Y oculta un humor muy secreto. Los dos estamos en universos diferentes pero muy compatibles. Desde el principio entendió mi persona, mi canción y la historia que cuento. Posee gran instinto para rodar, y lo veremos en el clip. Carmen Correa, su ayudante de dirección, es sobre todo una mujer inteligente. Supo explicar perfectamente a Adán, mi pianista, qué era lo previo a sus acciones para conseguir que éstas fueran orgánicas. Y a mí me contó cómo era yo y cómo era mi película mejor de lo que hubiera hecho yo mismo. Tiene mucha capacidad de convicción (más que la de Javier o la mía): logró eliminar casi todos los ingredientes ibérico-taurinos que había en la secuencia del piano. (Las fotos del making-of de Ignacio Cerezo recogen algunas ideas “censuradas” por ella). Respecto a Arancha Merchán, operadora de cámara, es muy espiritual y al tiempo muy del gremio. Tiene una forma de rodar más “humana” que la de Javier, que es más puramente visual. A su pareja, Ricardo, iluminador, le adorna un gran espíritu de camaradería, y nos sacó de más de un apuro. Y en cuanto a María Fernández, encargada de maquillaje, peluquería y vestuario, estoy convencido de que es una artista. Es muy funcional y creo que a ella se le deberá una buena parte de la dignidad del videoclip. Había que verla transformando de la cabeza a los pies, secuencia a secuencia, a la paciente actriz Ana Santos, configurando muchos tipos de mujer al tiempo que siempre la misma. De Ana, la más profesional de todos nosotros, no olvidaré jamás su sonrisa, en medio del frío y del agotamiento durante la larga jornada del viernes, en la que estuvimos rodando hasta las dos de la madrugada… Y Mar Rojo, que hizo la producción y que tuvo que barajar muchas hipótesis de trabajo y no pocas variables, es una excelente interlocutora. Su dialéctica con Javier Cano es perfecta: entre los dos constituyen el ying y el yang de mi película”.
L. L.
Presentación a la prensa del libro/disco
TROVADORES DE SILENCIOS
Viernes, día 17 de diciembre: 22.30 horas
Concierto de todos los artistas que intervienen en la obra
Juan d'Ors interpretará su tema "Himno a Venus",
sobre un poema de Jaime Siles.
Ambos actos se celebrarán en el Salón de Actos
del ATENEO de Madrid,
calle del Prado, 21.
Info en www.calambureditorial.com